Así se recupera mi hijo de una alteración cerebral

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Erika Llamosa Durán, relata su lucha para ayudar a Salomón, su hijo, a recuperar su salud…

Después de un embarazo con algunas dificultades, en su momento “inofensivas”, Salomón nació sin ningún tipo de complicación evidente a las 39 semanas. A sus tres meses de vida empecé a identificar cosas que no me parecían normales. Pero pasaban casi desapercibidas, incluso para los médicos que lo monitoreaban.

Consultaba y consultaba, pero según ellos, yo era una madre primeriza y nerviosa. Insistí y realizaron algunos exámenes que descartaron algunas condiciones, pero aun así no me sentía tranquila. Lloré cada noche por un par de meses. 

Guiada por mi instinto modifiqué el curso de mi vida, renuncié a mi trabajo. Le juré a mi hijo no faltarle un solo día. Asumí la maternidad sin comodidad, sin niñera, sin empleada en casa, sabía que pronto debíamos estirar la plata y aun así no nos alcanzaría. 
Investigué, leí y releí a ver si encontraba algo de claridad. Me autorremití a los especialistas que consideraba imperativos. Neuropediatras, oftalmólogos, ortopedistas, endocrinos y otros. 

Antes de recibir cualquier tipo de diagnóstico y de forma preventiva, Salomón inició terapia física en casa y a eso debo sus primeros avances. Después de un largo camino, doloroso, de prueba y error, logramos consolidar un equipo de especialistas que hoy forman parte activa en el progreso de mi hijo. 

Antes de iniciar el párrafo más importante, que es el tratamiento e intervención temprana, la historia clínica concluye que, en el embarazo, la placenta previa que padecí, pudo haber reducido la cantidad de oxigeno necesaria para mi bebé, creando así un episodio de hipoxia.

Seguido de esta condición placentaria, un crecimiento intrauterino retardado que a pesar de haber sido tratado estrictamente ya traía consigo una consecuencia, dada la falta de oxigenación: una alteración cerebral leve de la cual se derivan algunas dificultades en el desarrollo.

Y en este tipo de casos, la intervención oportuna es fundamental. La plasticidad cerebral responde de forma eficaz los primeros tres años de vida.

Las mamás no nos damos por vencidas, no hay mejor maestro que el instinto. Y si usted, que me lee, sospecha que no hay algo bien con su bebé, persista. No espere a ver qué pasa 

Esto quiere decir, que si hubo alguna variación, el cerebro está dispuesto a crear nuevos puentes de comunicación neuronal mediante su maduración.

Referida llegué a Cero A Tres, un centro de desarrollo infantil interdisciplinario creado para niños con antecedentes prenatales, perinatales, y postnatales que pueden interferir en el desarrollo y afectar la calidad de vida futura. En este centro, mi hijo recibe un tratamiento integral que abarca diversas áreas. No hago publicidad del lugar, simplemente yo a ellos les debo en alto porcentaje la evolución de Salomón. 

Gracias a Dios, al trabajo de mi esposo y apoyo de nuestras familias hemos contado con la posibilidad económica para financiar estos costosos tratamientos. Pero tristemente, no es la misma historia para muchos niños que necesitan ayuda.

Por fortuna, este centro funciona bajo un modelo de dos ejes. Particular y fundación. Beneficiando así, a las familias que no tienen como financiar este tipo de tratamientos. La calidad humana y profesional es excepcional en cualquiera de las dos modalidades. Es una alternativa. Nadie más que yo puede entender la desesperación e impotencia de cualquier mamá que atraviesa por circunstancias parecidas. 

Lejos de un interés en dar a conocer nuestra historia, para luego ser señalados, el objetivo de este relato es contarle a quienes viven situaciones similares que no están solos. Existen profesionales que pueden enfocar el tratamiento de sus hijos de tal manera que la superación no sea un imposible. 

Las mamás no nos damos por vencidas, no hay mejor maestro que el instinto. Y si usted, que me lee, sospecha que no hay algo bien con su bebé, persista. No espere a ver qué pasa.

Por otro lado, invito a la sociedad a ampliar su capacidad de aceptación hacia otras formas de vida. Debemos abandonar esa óptica y posición primaria a la que estamos acostumbrados cuando vemos algo distinto.

Sentimos pesar o simplemente nos hacemos los locos. Lo peor que la gente nos puede brindar, a quienes vivimos experiencias como esta es pesar o compasión. En cambio, lo mejor que nos pueden regalar es solidaridad, es una sonrisa, es participación para establecer una sociedad más justa dónde quepamos todos.

A nosotros como familia, nos queda mucho trabajo por delante, así que seguiremos perseverando con paciencia. Nadie puede elegir las cartas que le salen en la vida, pero si como jugarlas.

Salomón nació con un propósito y yo no me puedo sentir más complacida de haber sido elegida para esta misión. Nunca tuve un mejor trabajo que éste; sacar adelante a mi hijo. Nunca antes creí tanto, sentí tanto, y amé tanto. Ahora solo quiero servir, a mi hijo, a otros niños, a la humanidad.

Nosotros, sus padres, y los terapeutas lo impulsamos, pero él solo se ha superado. Quizás, en el futuro alguna consecuencia o dificultad quedará, pero como alguna vez leí, “la curación no significa que el daño nunca existió, significa que el daño no controla tu vida”. Así que el futuro no nos cogerá desarmados.

Si necesita ayuda, conoce a alguien que la necesite o simplemente quiere brindar su apoyo a la fundación comuníquese a los teléfonos de Cero a Tres, 320 9660527 / 310 2636286  o escriba a info@ceroatres.com 

 

ÉRIKA LLAMOSA DURÁN
Correo: erikall.duran@gmail.com
Instagram: @erikallduran

 

*Artículo originalmente publicado en EL TIEMPO

 

 

 


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