Mi hijo hecho a la medida

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Con nuestras palabras y actitudes innumerables veces al día le hacemos sentir a nuestros hijos “que no dan la talla”. Llegamos a este punto cuando perdemos el control, cuando nos vemos acorralados por la responsabilidad, cuando la paciencia parece tener fin, cuando los argumentos parecen no existir, para ser más concreta, cuando nos sentimos emocionalmente débiles. En el plano de la crianza los papás terminamos haciendo cosas tan absurdas como comparar las virtudes de otros niños con la de los nuestros y, “para hacer más dramática la comparación” terminamos haciéndolo con niños de edades menores.

Desde que sabemos que vamos a ser padres estamos ansiosos por verlos crecer y quererlos mostrar como orgullo propio, como una extensión de nuestro ego. Vivimos esta ansiedad en sus habilidades, destrezas, personalidades, desarrollo y básicamente en todo lo que tiene que ver con ellos, porque son ellos quienes “nos representan”.

Caemos en esta dinámica de querer que nuestros hijos estén “dos tallas más” desde que nacen, durante el embarazo oímos afirmaciones como: “no compres ropa de recién nacido porque el hijo de Teresa nació gigante y se quedó con toda la ropa guardada”, y en los primeros días de lactancia “mejor dale tetero porque no es suficiente con tu leche”. Si el pediatra en una de esas primeras  consultas nos dice que nuestro bebé está un poquito por debajo de la curva de crecimiento pero sano, hacemos de esto un drama, pero si está por encima de la curva de crecimiento el sentimiento es de satisfacción y deber cumplido. 

Nos encanta sacar pecho mostrando que nuestro hijo tiene destrezas de un niño mayor, y aunque parezca ficción, es real: ¡lo papás piden a los jardines infantiles tareas!, porque hay que aprovechar cualquier oportunidad para prepararlos a que cumplan nuestras expectativas.

Esto de hacerlos sentir que no “dan la talla” también pasa en el plano literal. Ya va siendo hora de abolir la desafortunada regla de las abuelas que nos acompaña hoy por hoy de comprarles la ropa “dos tallas más”. Aprovecho para contarle a mi hermano que los tennis que duró escogiendo medio día en su luna de miel para traerle a su único sobrino, llevan casi dos años guardados en el closet y les falta un año más.

Tíos, tías, abuelos, amigos y padrinos, por favor si los invitan a una piñata para celebrar 2 años de vida, asegúrense de comprar juguetes que correspondan a las habilidades y destrezas de un niño de 2 años, un juguete que no corresponde a la edad e intereses del niño corre el riesgo de volverse basura un segundo después de haber sido abierto. 

Volviendo al fondo, las mamás vivimos muchas dualidades, pero la más risible puede ser el afán por verlos crecer para que sean independientes y la nostalgia que manifestamos porque están creciendo y ya “no nos necesitan”. Entre el pasado y dos tallas más estamos ciegas para poder vivir el presente con nuestros hijos.

No hace falta ver los programas de pre - adolescentes de Disney para darnos cuenta de que la infancia, la mejor época de la vida, es cada vez más corta. Porque así lo hemos querido y así lo hemos permitido, la paciencia no nos da para dejarlos ser niños hasta los 7 años, no hay tiempo para eso.

Varias lágrimas de culpa me han costado darme cuenta que mi hijo está hecho a la medida perfecta, ni más ni menos. Despojándome del ego maternal, he logrado asimilar que él no me pertenece, que no soy dueña de sus decisiones, y que definitivamente no vive para cumplir mis expectativas. Ahora más que nunca quiero que él y yo aprendamos a bailar y a vivir el camino hecho a nuestra medida, porque ya comprobé que vivir queriendo “dar la talla” es el camino infinito de la insatisfacción.


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    Qué palabras más lindas y más justas con nuestros chiquitos! Gracias, siempre hace falta que nos lo recuerden


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