5 Tips para escuchar en silencio a nuestros hijos

Empezamos a leer y no podemos evitar la tentación de explicarle a los niños lo que nosotros, los adultos, observamos, creemos o sentimos…

Es frecuente que los niños no quieran que les hablen sobre lo que leen, sino que simplemente les lean. Ese círculo vicioso que se forma durante la lectura con los hijos, destruye habilidades propias y desfigura la posibilidad de la seguridad y la confianza en los niños.

La escena es común: Mamá está leyendo con sus hijos un libro sobre la amistad en el cual dos amigos discuten y se pelean. Por ejemplo, el libro podría ser Tigre y Ratón, escrito e ilustrado por Keiko Kasza (Editorial Norma, colección Buenas Noches). Mamá no es capaz de guardarse los comentarios y dice “Uy, ese Tigre sí que es malo, ¡debería aprender a compartir!  Y a ese pobre ratón, se la están montando por ser tan pequeñito”. Y el pequeño la mira con incredulidad porque aún no ha captado la intención de los personajes o porque simplemente es muy obvio lo que mamá está diciendo.

La sensación es parecida a la que se da cuando la persona que está sentada al lado en el cine suelta el comentario sobre lo que va a pasar a continuación. Y entonces pensamos: “me dañó la película”,  “esto ya no vale la pena” o “bueno, ya sé lo que viene así que no me exaltaré ni por lo bueno ni por lo malo”. Pero lo más delicado del asunto es que cuando los niños se acostumbran a oír primero a los adultos, empiezan a desconfiar de sus propias opiniones. En esos casos, los chicos son incapaces de decir lo que piensan o sienten y asumen el discurso del adulto como propio. 

En la cotidianidad, son los chicos los que preguntan a sus madres en la heladería cuál es el sabor de helado que a ellos les gusta o quienes, cuando están con papá necesitan reafirmarse al decir “¡Cierto que este es el equipo que nos gusta!”.

Esto mismo sucede en los ambientes escolares: los chicos no tienen la seguridad necesaria para tomar decisiones y asumir los riesgos por sí mismos. Buscan la aprobación de la maestra, del compañerito o de quien sea.  Durante mis años en bibliotecas, observé a varios niños deambular con cara de angustia por entre los libros, sin poder elegir algo para leer, porque tenían miedo de elegir algo que no les gustara o que fuera “el mejor libro de todos”. Con frecuencia, simplemente esperaban que yo tomara la decisión por ellos.

Quizás lo que más necesitamos es escuchar en silencio a nuestros hijos, darles la oportunidad de decir lo que realmente tienen en la cabeza, no aquello con lo que los hemos contaminado. Dejarlos que sean libres, honestos  y sinceros cuando leen y escuchan, que sean capaces de encontrar su propios significados y mensajes y no aquellos que quisiéramos oír.

A continuación, propongo cinco “tips” que pueden usar cuando leen juntos  y quieren  lograr estos objetivos:

1. Hacer preguntas más no enunciados. Durante la lectura aprovechar para hacer preguntas como: ¿Qué opinas? ¿Qué crees que va a pasar? ¿Te pareció correcto lo que hizo el personaje? ¿Qué hubieras hecho tú? Solo después de que ellos hayan verbalizado sus respuestas, pueden decir ustedes la propia, de esa manera los niños se ven obligados a decir lo que ellos realmente piensan. Es aconsejable hacer énfasis en que cualquiera de las opiniones u opciones mencionadas son igualmente válidas y posibles y que ninguna es mejor que la otra.

2. Dejar hablar primero. A veces es obligatorio “morderse la lengua” y no emitir sonido alguno. Simplemente dejar que los niños digan lo que ellos opinan y sienten.  No necesariamente hay que estar de acuerdo con ellos, pues la lectura siempre será un ejercicio para fomentar la tolerancia y la multiplicidad de perspectivas. No es un momento de criticar o juzgar, sino simplemente de escuchar.

 3. Justificar las opiniones. Invitar a los niños a explicar los porqués de sus opiniones o pensamientos es un camino para la reflexión y un aprendizaje que permite ordenar y analizar las ideas. Copiar las frases del otro es fácil, pero argumentarlas requiere de pensar con mayor profundidad. 

4. Dar la oportunidad para decir. Es viable suspender momentáneamente la lectura y preguntar al niño si tiene algo que decir antes de pasar la página. Quizás no entendió  lo que sucedió,  algo le pareció incoherente o confuso; o quizás relacionó  lo leído o escuchado con algo que le sucedió en algún momento.  Tal vez quiera compartir una emoción o un sentimiento. No es necesario hurgar o insistir, pero si dar la oportunidad para la expresión propia y personal. La literatura siempre será una oportunidad para hablar de lo que las imágenes y palabras evocan, recuerdan o significan, para escuchar a los niños y saber qué es lo que ellos tienen en su cabeza y corazón.

5. Respetar el silencio. Hay libros que no necesitan de las palabras dichas en alta voz, que simplemente son una oportunidad para pensar y reflexionar, para entenderse y entender el mundo alrededor.



 


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