3 juegos para que los niños sean lectores críticos
¿Se acuerdan de las evaluaciones de lectura del colegio? Para muchos ese recuerdo está lleno de felicidad y orgullo, para otros puede evocar miedo y tristeza…
Muchos leímos libros largos y densos que no nos gustaron ni un poco; la gran mayoría no leyó nada del todo y jugaba al pinponazo en los exámenes o aprovechaba para charlar con el “nerd” sobre el libro en el bus o en el recreo unos minutos antes de la evaluación.
Quizás todo se debía al tipo de evaluaciones con las cuales muchos crecimos pues se nos exigía o bien recordar detalles que parecían insignificantes o buscar la respuesta correcta y única que era evidentemente la que tenía la maestra. Pocos profesores de literatura marcaron nuestras vidas por su capacidad de obligarnos a pensar críticamente en lo que leíamos y, por ende, a disfrutar de aquellos textos escolares.
En esta oportunidad, quiero proponerles tres juegos para que ayuden a sus hijo@s a ser lectores más críticos con las lecturas que comparten en familia:
1. ¿Qué piensas tú? ¿Qué pienso yo?
Suspender la lectura momentáneamente y preguntar a los chicos qué creen que va a suceder es una manera de mantenerlos enganchados y conectados con el libro. Enseñarles a predecir lo que creen que va a suceder durante la lectura o casi al final de la misma, es una estrategia que les permite pensar en alternativas y soluciones, pero también los lleva a comprobar y aceptar, finalmente, lo que el autor decidió y escribió.
Muchos niños inseguros devuelven la pregunta a los padres, maestros o compañeros; no contestan directamente y prefieren saber qué cree ese otro para apoyar lo que él/ella dice. Por eso, este juego consiste en suspender la lectura y preguntar al niñ@ sobre lo que va a pasar; dar un tiempo para pensar y permitirle verbalizar sus pensamientos.
Luego el lector adulto debe ofrecer un desenlace diferente. Ambas opciones deben ser igualmente válidas y posibles y se debe hacer énfasis que ninguna es mejor que la otra. La propuesta del autor puede verse como una más y, a veces, alguno de los dos pudo haber atinado a ella sin que eso la convierta en la mejor opción.
2. Dime algo diferente
Muchas veces, al terminar de leer, pedimos a los niñ@s que nos den su opinión sobre la historia. Sus palabras suelen ser escuetas y simples: “me gustó” o “no me gustó”. ¿Qué tal si incitamos al niño a explicar lo contrario de su respuesta inicial? Podemos decirles cosas como las siguientes, “Si, ya sé que te gustó. Pero cuéntame qué no te gustó o no te pareció bien.”
Otra opción es darles una opinión personal del texto no bien fundamentada y luego proponerles que digan algo distinto: “No pareces estar muy de acuerdo conmigo, cuéntame por qué o dime qué piensas tú al respecto”. Así ellos/ellas no estén de acuerdo con la otra mirada o no la compartan, la propuesta es que busquen y expliquen las razones por las cuáles el otro podría tener un punto de vista diferente.
3. No te entendí, explícame otra vez
Invitemos a los niños a que expliquen de manera completa y profunda sus respuestas. Busquemos más que un “si” o “no”; que digan todo lo que tienen en la cabeza y en el corazón. A veces el problema es que no encuentran las palabras para decir todo lo que piensan o sienten; por eso podemos ayudarles a justificar sus opiniones.
Frases como “No te entendí, explícame otra vez”, “Dime por qué estás diciendo eso”, “Muéstrame en cual página o ilustración pensaste o dónde viste eso” sirven y orientan mucho. Inclusive, la segunda explicación que los niños dan a la misma pregunta los obliga a desarrollar argumentos más fuertes y a utilizar las palabras que nos han oído decir a nosotros en nuestros propios argumentos o que les dimos para armar los propios.
En últimas, la idea es que los niños entiendan que no hay una única respuesta o interpretación correcta cuando leen o escuchan un libro. Pueden pensar y sentir muchas cosas, pueden entender algo distinto que el otro, y no hay nada malo en ello. Al contrario, es una oportunidad para encontrar razones para defender las ideas y también para entender que el otro puede pensar distinto y ver las cosas de otra manera.
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