5 consejos para corregir a los hijos cuando están aprendiendo a leer

En la escuela se corrige, se califica, se evalúa, se ponen notas y se enseña. En casa se contagia la pasión, se enamora, se aprovecha la oportunidad para comunicar  y se educa…

No con ello quiero decir que en la escuela se haga  el trabajo “difícil” o complejo y que en casa se pueda ser laxo y relajado. Cada trabajo  ocurre en su momento y lugar; se complementan y apoyan. Hay momentos en la escuela en los cuales el maestro deleita y apasiona, mientras en  otras ocasiones en casa hay que corregir y reprender.  ¡Y así debe ser!  Sin embargo, cuando los padres  acompañan a los hijos a leer, no pueden asumir el rol del profesor. Tienen que entender que en ese momento su trabajo es ser el mejor modelo y ofrecer la mejor compañía en la aventura de la lectura.

Entonces, ¿Cómo corregir a los hijos cuando están empezando a aprender a  leer?

1. Dar el modelo correcto

Al leer con ellos, es recomendable usar buena entonación y puntación para que  aprendan a hacer las cosas de la misma manera. Si, se puede jugar con la voz para hacer la lectura más amena y divertida. A ellos les encanta cuando sienten que sus padres realmente están inmersos en el libro; cuando perciben en el tono de voz la emoción de estar viviendo los acontecimientos; cuando pueden reconocer cada personaje de la historia por su voz distinta y única. Pero lo importante siempre es que escuchen y comprendan el uso correcto de los signos de puntuación: lo que significa levantar la voz ante un signo de exclamación, parar ante un punto seguido y una pausa más larga en un punto aparte.

 

2. Decir las palabras difíciles

Se sugiere respetar las situaciones particulares  de cada niño cuando las palabras son excesivamente difíciles, así como en aquellos casos en los que algunos puedan experimentar dificultades para leerlas  ya sea porque son largas, complejas o porque están  por encima de sus capacidades. Si piden ayuda, se puede decir la palabra por ellos o ayudarles pegando los sonidos de cada letra. Si la leyeron mal, lo mejor es, de manera sencilla, decirla con tranquilidad.  Cuando los chicos empiecen a reconocer esas combinaciones de letras y cuando la misma palabra vuelva a aparecer, quizás recuerden las marcas en la hoja y  la voz del padre diciéndola y así podrán lanzarse a repetirla de manera correcta.



3. Usar el diccionario

Leer es la mejor oportunidad para aprender vocabulario. Y desde chiquitos se puede enseñar sobre ese “libro que contiene todas las palabras y lo que ellas significan”. El diccionario permite ver cómo están escritas las palabras pero también lo que significan. Hay diccionarios visuales para los más pequeños. El solo ejercicio de buscar según el orden alfabético es todo un aprendizaje de lógica, secuencia y organización. Además, cuando se busca una palabra en un diccionario normalmente se recibe un regalo de dos por uno: cerca de la que se busca, siempre hay otra que también se aprende o conoce.

4. Enseñar a usar el contexto

Los libros para niños siempre tienen ilustraciones que complementan los textos. En las imágenes hay pistas que pueden ayudar a entender; se puede señalar, mostrar y dar a ellos la oportunidad de encontrar sus propias respuestas.  De igual manera, se puede usar el contexto del niño y relacionar palabras o contenidos con cosas que conocen o vivencias propias. Los padres pueden hacer sugerencias como “Te acuerdas cuando…..” “Eso se parece a…..“.

 

5. Dar el tiempo que se requiere

Se lee para aprovechar esos momentos juntos, no para completar una evaluación de pocos minutos. En la lectura no puede existir la carrera o el afán. Si no se dispone del tiempo esa noche, es preferible no hacerlo que acosar para que lo logren rápido y así alcanzar a preparar la cena o terminar el trabajo pendiente de la oficina.  Cuando se lee en casa es ideal que se pueda  conversar, que se permita la risa o el llanto; que se pueda decir que no se entiende, que no es del agrado, o que es tan bueno que hay que repetir.

Cuando en casa, leyendo con los hijos, los padres se convierten en profesores y corrigen y regañan por falta de fluidez o mala dicción, se cierra la  puerta a esa oportunidad mágica de cobijar en el regazo y arropar con las palabras.

Cuando en casa, leyendo con los hijos, los padres se convierten en profesores y corrigen y regañan por falta de fluidez o mala dicción, se cierra la  puerta a esa oportunidad mágica de cobijar en el regazo y arropar con las palabras. Los niños no querrán volver a leer, sin importar la edad. Cuando se juzga o critica la opinión, se dice que está mal lo que han leído o lo que están pensando sobre la lectura, que no han acertado en la respuesta, se frena la posibilidad de entender que siempre hay otra perspectiva para interpretar los hechos.  Regalen a los hijos la oportunidad de la buena compañía al leer para que siempre gocen de la aventura de leer.

 


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