7 cosas que aprendí cuando nacieron mis hijos
Cuando nacieron mis hijos, yo tenía claro que era muy importante que estuviera al lado de ellos durante sus primeros años…
Eso fue muy fácil con mi primogénito, pues tenía todo el tiempo para él. Sin embargo, él fue creciendo y yo también… y en algún momento sentí que ser mamá no era lo único que quería o podía hacer con mi vida.
creo que uno como mujer y profesional da mucho más de sí cuando aprende a soltar y confiar
Cuando llegó el segundo, ya tenía un compromiso de medio tiempo y muchas veces cargaba con el chiquito de aquí para allá. Sé que no le dediqué tanto tiempo al segundo, pero también puse en práctica el viejo dicho que dice que el primero ayuda a criar al segundo.
Si bien es cierto que llega un día en el cual son los hijos los que piden su espacio y libertad, también creo que uno como mujer y profesional da mucho más de sí cuando aprende a soltar y confiar.
Hoy en día mirando hacia atrás y con mis hijos de 21 y 25 años, pensaría que hay algunas cosas que aprendí y quiero compartir con ustedes:
1. Lo importante no es la cantidad sino la calidad del tiempo. Los días largos, difíciles, pesados, llenos de tráfico y problemas, se dejan en el tapete de la puerta de la casa. Los hijos no son culpables de nada, deben recibir nuestra buena energía, deben verse reflejados en nuestros ojos con la inocencia y dulzura que los encarna.
2. La prioridad siempre son los hijos, pase lo que pase. Se puede conseguir otro trabajo, pero jamás se deja de ser madre. Una gripa, un dolor de muelas, de estómago, o la tristeza por jugar solos en recreo son más importantes que el informe ejecutivo del día siguiente.
3. El celular aleja en lugar de acercar. Los chats jamás reemplazan la voz y la conversación con tus hijos. El celular informa de los detalles pero no transmite las emociones, ni los sentimientos; no deja ver el llanto real, no permite apreciar la emoción por una buena nota, o un maravilloso gol.
4. Hay que enseñar límites y paciencia. El semáforo está en rojo o verde, jamás en amarillo, ni en otras ligeras tonalidades. Eso me lo enseñó una gran profesora de preescolar. Esta regla no siempre es fácil de aplicar; además es necesario ponerse de acuerdo con la pareja sobre el color a decir, porque si no se echa a perder todo el trabajo y se pierde la credibilidad.
5. La puerta siempre debe estar abierta. El trabajo de ser madre no tiene descanso, ni en medio de la noche, ni en el día más atareado de la oficina.
6. Siempre, siempre y a cualquier edad se puede compartir un cuento o una lectura. Pero además, es importante complementarla con una reflexión o una charla sobre ella. Porque es en esa charla espontánea y sincera donde conocemos los verdaderos pensamientos de nuestros hijos. Lo que los asusta o enorgullece, sus miedos, angustias y también lo que han oído decir a otros y lo que no querían contar.
7. La mejor recompensa es la sonrisa honesta, el beso desinteresado y el cariño real que los hijos demuestran cuando uno menos lo espera.
¡Disfruten cada segundo la compañía de sus hijos!
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